Manuel Belgrano y su legado revolucionario

Manuel Belgrano es recordado como creador de la bandera celeste y blanca, pero su obra y su pensamiento como líder revolucionario conforman un amplio legado que se destaca en la construcción colectiva de quienes lucharon por la emancipación: promovió la educación gratuita incluyendo a las mujeres, el fin de la esclavitud y del trabajo forzado de los pueblos originarios.

Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano nació en Buenos Aires el 3 de junio de 1770. Estudió en el Colegio de San Carlos y luego en España, en las Universidades de Valladolid y Salamanca, graduándose en leyes. Llegó a Europa en el contexto de la  Revolución Francesa y vivió intensamente el clima de la época y las ideas que allí se gestaron.

Entre 1794 y 1806 fue Secretario del Consulado de Buenos Aires, vinculándose desde esa función con los sectores más acomodados de la sociedad colonial, a quienes aprendió a distinguir por el egoísmo de sus intereses. Teniendo entre sus principales preocupaciones la necesidad de extender la educación, fundó escuelas que luego fueron cerradas por la corona española al considerarlas un lujo excesivo para estas tierras. En sus escritos de esta época, se destacan sus puntos de vista acerca de las condiciones que perpetuaban la miseria de los labradores y su propuesta de expropiación de las tierras baldías para entregarlas a los desposeídos, una auténtica reforma agraria.

Durante las invasiones inglesas de Buenos Aires, Belgrano se sumó a la resistencia y fue elegido como Sargento Mayor del Regimiento de Patricios, aunque, como reconocerá más tarde en sus memorias, no contaba entonces con conocimientos militares y se involucró en esta carrera presionado por las circunstancias y abrazando progresivamente las convicciones independentistas. Por pedido de “sus paisanos” –como él llamaba a sus compañeros de la milicia- aceptó formar parte de la Primera Junta de Gobierno, creada por el Cabildo de Buenos Aires en mayo de 1810, a partir de la invasión napoleónica al reino de España y el secuestro del rey Fernando VII de Borbón. Las ideas republicanas también maduraron paulatinamente en los criollos de la Junta, que inicialmente juraron lealtad al trono español.

Designado al mando del Ejército del Norte, con la misión de ganar para el nuevo orden la rica región del Alto Perú, sufrió diversas marchas y contramarchas entre 1810 y 1815, destacándose en las batallas de Tucumán y Salta. En el Alto Perú el apoyo de los sectores dominantes fue escaso desde el comienzo, dado que las expediciones enviadas desde Buenos Aires se convirtieron en un ataque deliberado a las jerarquías sociales preexistentes: la proclama leída en Tiahuanaco por Juan José Castelli como delegado de la Primera Junta, el 25 de mayo de 1811, al reconocer los derechos sociales y políticos de los pueblos indígenas, despertó la alarma entre las clases altas altoperuanas, aun respondiendo a la necesidad de reclutar apoyos para la guerra.

Durante la campaña al Paraguay, en diciembre de 1810, Belgrano dictó el “Reglamento para los pueblos de las Misiones”, uno de los documentos jurídicos más modernos y revolucionarios de nuestra historia, en el que por primera vez se enuncian claramente los derechos de los pueblos originarios. El Reglamento fue incorporado por Juan Bautista Alberdi en 1853 como una de las bases de la Constitución Nacional.

En el marco de esta campaña e inspirado en los colores de la monarquía borbónica Belgrano propuso al Triunvirato la creación de la insignia celeste y blanca para el ejército patriota. La escarapela nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata se aprobó el 18 de febrero de 1812. El juramento a la bandera celeste y blanca por parte del Ejército del Norte se recuerda como uno de los hitos fundacionales, aunque en ese momento se trató de un acto de desobediencia respecto a las autoridades de Buenos Aires.

Cuando avanzaba sobre Jujuy el Ejército Realista proveniente del Virreinato del Perú, Manuel Belgrano dirigió también uno de los hechos más extraordinarios de la lucha por la independencia: el éxodo jujeño. Las clases populares conformaron las huestes revolucionarias con el enrolamiento de hombres jóvenes de la ciudad de entre 16 y 35 años y el alistamiento de campesinos, indígenas, mestizos y criollos, la mayoría labradores, jornaleros o peones de la campaña jujeña, que abandonaron sus hogares para enlistarse en el ejército.  El pueblo entero de Jujuy abandonó sus tierras y emprendió la marcha a Tucumán, para que los realistas encuentren un territorio sin provisiones. Dentro de esta verdadera gesta popular merece destacarse el papel de la llamada Maestranza, una  suerte de fábrica ambulante de bienes destinados al equipamiento de las tropas, dirigida por artesanos, maestros armeros, herreros, plateros, talabarteros y hasta carpinteros que fabricaron y repararon cuchillos, lanzas, sables, bayonetas, picos, palas y cañones, mientras sastres y costureras confeccionaban uniformes para las tropas. Por su parte, los comerciantes y terratenientes de estas zonas, buscaron refugio en las provincias del sur.

El reconocimiento de Manuel Belgrano hacia los pueblos originarios también se expresó en las sesiones secretas en el Congreso de Tucumán en 1816, donde propuso a Juan Bautista Tupamaro, descendiente de la dinastía incaica, como fórmula para una monarquía constitucional que unifique a las Provincias Unidas de Sudamérica bajo el gobierno de los antiguos habitantes de estas tierras. El fracaso de este proyecto quizás se debió menos a las convicciones republicanas de los criollos, que a su desprecio por los “naturales”.

Belgrano fue, además, diplomático y periodista. Escribió un reglamento de escuelas en el que afirmaba la necesidad de fomentar la educación de las mujeres, enseñar el amor a lo americano y defender el bien público antes que el privado.   

El 20 de junio de 1820, día de su fallecimiento, hubo en Buenos Aires tres gobernadores distintos, una clara postal de los conflictos que siguieron a la independencia de las Provincias Unidas. 

Mural de la artista Valeria Garibotti en Candelaria, Misiones.

Imagen destacada: pintura de autor anónimo del éxodo jujeño, Museo Histórico de San Salvador de Jujuy.